PÓLVORA Y CONFORT

jueves, 8 de abril de 2010

LADRÓN DE BICICLETAS

En esos años las calles de Italia lucían devastadas, con un olor a sangre derramada que los romanos percibían al momento de ir al trabajo, claro, si tenían la suerte de contar con uno. El panorama Europeo y en particular el italiano mostraba un rostro desolado pues la Segunda Guerra Mundial tenía muy poco tiempo de haber terminado, la desconfianza no cesaba en medio de una sociedad que seguía respirando el temor de la masacre aún fresca.
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Entre estas cloacas existió un grupo de artistas que no se quedaron con los brazos cruzados y salieron con sus cámaras a filmar lo que pasaba en esas calles sin ley, dando como resultado una de las manifestaciones más importantes para el cine en su historia: el Neorrealismo italiano.
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LADRI DI BICICLETTE
En la película, el protagonista llamado Antonio logra por fin conseguir empleo, pegando carteles por toda la ciudad, gracias a que él a diferencia de los demás tiene una bicicleta. Su suerte cambia radicalmente cuando se la roban, ahora tratará de encontrar al ladrón y así recuperar su herramienta de trabajo. La presión por no tener éxito en su búsqueda lo conduce a hacer cosas que él nunca imaginaría como visitar a un vidente por ejemplo. Antonio ya no encuentra una salida en su problema y ve sólo una solución enfrente...
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A finales de los años cuarentas, el presupuesto para realizar cine en Italia era casi nulo por lo que cineastas Neorrealistas como Vittorio de Sica, cambiaron el estudio de grabación súper producido, por las calles y escenarios naturales, utilizando además actores no profesionales, todo esto para reducir costos. Es así como Lamberto Maggiorani antes de ser contratado para hacer el papel de Antonio, era un humilde obrero, por lo que su participación en la cinta más que catalogarla como actuación, la consideraría como un dejarse llevar por su propia realidad, con los mismos matices grises con los que día con día se enfrentaba.
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Varios días después de que vi esta película me paseaba por la Alameda Central y vi a un par de gringos viejos que andaban en bicicleta, la señora güera con ojos verdes y el señor con bigotes de cobre. Ahora que lo pienso fue ilógico pero me pregunté si por su cabeza les pasaba el valor que ese objeto, que apenas y los aguantaba, significó para los italianos en los tiempos de hambre y crisis. Yo creo que no, ellos estaban más preocupados por seguir su camino y llegar presurosos al restaurante de los Big Mac.
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Todo se vale...

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